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RADIOGRAFIA DEL TERCER GRANDE

Para ser sincero, no se como empezar. O mejor dicho, no se por donde empezar. Es que son tantas las cosas de las cuales quiero escribir que no se si esta carilla me alcanzará para todo lo que vuela en mi mente.
Para ponerle un orden, antes de empezar a mezclar cada ítem, voy a comenzar con “Los pibes”, esos que se pusieron la camiseta desde el primer momento de prueba, ya que no era cualquier camiseta, sino la del barrio.
Recuerdo la formación que debutó contra Nacional como local en el Estadio Único aquel 8 de marzo, también guardo en mi mente los que el sábado pasado lloraban luego del final en Ciclón Racing. Tantos partidos pasaron, tantos momentos en los cuales se ha sufrido más de la cuenta, quizás innecesariamente, tal vez de manera justa. Los golpes al mentón vinieron más rápido de lo esperado. El gran debut en el barrio, que con goles de Ricardo Cabral, José Contreras y Jesús Ponce sentenciaba un arranque que anhelábamos las más de cien almas que estábamos esperando verlos con aquella casaca similar a la de Chaca, que para nosotros iba mas allá de los colores, porque estaban representándonos a todos, estaban en nombre de Alto Verde.
Defensores de Alto Verde se hicieron llamar, con todo lo que ese nombre implica, salir a todos lados a defender al barrio, a dejar en alto el nombre de quien los vio nacer y crecer.
Con semejante comienzo, los de afuera comenzaron a abrir los ojos y a mirar distinto a quienes trataban diferente. Alto Verde era tapa de policiales solamente, pero ellos se encargaron que la vista de sección cambie a deportes.
Desde aquella tarde soleada de marzo, hasta este sábado lluvioso y fresco de noviembre, pasaron 238 días, y entre ellos, miles de aventuras. Desde partidos impensados e inesperados, hasta las más lindas emociones que iban acompañadas de lagrimas, aceleraciones cardiacas desesperantes y abrazos desahogantes.
Alto Verde todavía está gritando el gol de Leandro Cabrera contra El Cadi, ese derechazo que ingresó junto al palo izquierdo. El barrio recuerda el penal contenido por Fabricio Demarchi contra Banco Provincial, punto cúlmine para una victoria necesaria. Sin dejar de lado la chilena de Gamboa para empatarle a Agua, y el golazo de Martín Arévalo en rodeo ajeno, y así tener que esperar unos días más para saber que le deparaba el destino.
Nada fue fácil a lo largo del año, “los jugadores” durante el día iban a trabajar a la construcción, llegaban cansados a sus casas y ahí nomás agarraban el botinero para ir a entrenar. Todo ese sacrificio para esperar el sábado a ponerse la camiseta del Defe y jugar para el club del barrio. Muchos no estaban entre los que firmaban planilla, pero igual seguían entrenando día a día aguardando su oportunidad. El cuerpo técnico también tiene su respectivo trabajo fuera de lo que es el club, y sin embargo se hacían su tiempo para entrenar con el plantel. El sacrificio de todos es ejemplar. La familia, el hogar, el descanso diario. Todo eso quedaba de lado después del laburo, porque lo único que querían en sus sueños era jugar a la pelota con los amigos de Alto Verde. Sacrificaron muchas cosas en busca de un sueño, en busca de un objetivo. Ir todos juntos por la gloria.
Y fue la familia la que banco a cada uno, la que estuvo copando cada cancha los sábados con tal de estar al lado de quienes amaban. Acompañar, apoyar y alentar son actos que a la gente de Defensores le quedan cortos, porque hicieron mucho más que eso. Ellos soportaron lluvias torrenciales, tormentas de arena, altas temperaturas, fríos tremendos, vientos molestos, viajes largos, derrotas dolorosas, humillaciones sin falta. Pero estaban ahí, siempre firmes, siempre presentes dando ejemplo de amor, de pasión, de locura. Esa locura sana, esa pasión que desbordó todo al volver de Banco con el triunfo y la clasificación a semifinales del octogonal. Esa locura sana que enloqueció a todos en Rincón cuando el clásico era de ellos, cuando tuvieron que soportar los piedrazos visitantes, y sin embargo le hicieron frente a todo. Se la bancaron como lo que son: la hinchada del tercer equipo más grande de la ciudad.
La gente de Alto Verde que decía: Acá estamos, no nos quedamos en el barrio, vamos con el Defe a todos lados, lo seguimos donde sea. Que bien le cae todo eso a ellos, porque realmente lo hacían.
“El hombre puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar. No puede cambiar de pasión”.
La frase es un fiel reflejo del sentimiento altoverdense, de la pasión que despierta y refleja al estar al lado de quien los protege. No me alcanzan las palabras para describir a la gente que ama, defiende y siente orgullo por Alto Verde, a quienes estuvieron muchos meses yendo y viniendo sin saber como iba a terminar la historia, que ocurriría al siguiente fin de semana.
Ya se está mirando una portada más grande en deportes, se alejó un instante la vista de policiales. Todo gracias a directivos, cuerpo técnico, jugadores y a la gloriosa gente que se mentalizaron en todo momento en engrandecer un nombre manchado por sangre inocente en manos de quienes no piensan. Esa sangre pasó a ser lágrima, no solamente de los que escuchaban la radio, sino de los que sábado a sábado seguimos la campaña de Defensores de Alto Verde, y sabemos muy bien todo el esfuerzo y sacrificio que le costó desde el primero hasta el último, para poder llegar hasta donde se llegó.
Queda la bronca de haber estado tan cerca de la gloria y no haberle podido siquiera tocar la mano, esa espina que saldrá pronto, porque esto no se va a quedar así. El Defe va en busca de esa gloria que lo lleve a cumplir su más preciado sueño: ascender. 
Nadie le regalo nada, acá se tuvo que hacer desde bingos, ventas, y hasta fiestas, y asi recaudar fondos para los viajes de visitante. Es todo a pulmón, y todos colaboran. Plantel y vecinos estan siempre para apoyar las iniciativas.
Que fácil hubiese sido para quienes ya estaban participando el Liga, quedarse jugando para sus respectivos clubes. Pero no, ellos quisieron venir a defender los colores de su barrio, ponerse la camiseta de Defensores y empezar todo de nuevo. Pero este era un comienzo distinto porque la pasión así también lo era. Recordar las palabras de Jorge Arévalo cuando les dijo: "Yo no pretendo que sean grandes jugadores, yo quiero que sean buenas personas". Sabias palabras del jugador de mayor experiencia del plantel, que sabía a lo que se iban a enfrentar en todo este tiempo, porque ya lo había vivido años atras. 
Sufrieron la crecida del río mas que otros, teniendo el Estadio Único bajo agua. Entrenaban en diferentes lugares, a los cuales llegaban en sus vehículos particulares y hasta en colectivo. Pero a esto no lo voy a detallar, simplemente a nombrar para hacer ver que hasta la naturaleza estuvo en contra. 
Los jugadores lloraban de bronca por la derrota, sintieron en su corazón que le fallaron a la gente. En cambio, la gente (Prensa incluida) sentía orgullo, felicidad y satisfacción por todo lo que esos muchachos hicieron. Llegaron a transformar mentes con su juego, con su desempeño dentro y fuera de la cancha. Porque cuando se sacaban la camiseta ya no eran los jugadores del Defe, ahí ya eran vecinos de Alto Verde, pero con esa humildad que llevaban adentro de la cancha, con ese compañerismo y amistad que los invitaba a formar una gran familia, un hogar en el que todos eran iguales, nadie era mas que otro ni menos que nadie. Ellos hicieron historia en este primer año de fútbol, en el segundo van a llegar más lejos porque se lo merecen y tienen algo que es fundamental a la hora de patear una pelota: son amigos. Y eso ya es algo que alcanza para un entendimiento sobresaliente.
Nadie dijo que seria fácil, pero tampoco nadie dijo que lo no fácil, iba a terminar siendo maravilloso y emotivo. Grande Defensores, muy bien muchachos. Para nosotros son unos héroes porque nos representaron de una manera excelente, jugando con el corazón. 
¡¡¡Salud Defe, demostraron haber nacido grandes!!!

Mariano Palacio

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